sábado, 25 de julio de 2009

Análisis del Informe del Relator Especial de Naciones Unidas, Sr. James Anaya

0. Antecedentes

Con fecha de 20 de julio de 2009, se ha hecho público el Informe del Relator Especial de NU sobre la situación de los derechos humanos y las libertades fundamentales de los indígenas, Sr. James Anaya, “Observaciones sobre los pueblos indígenas de la Amazonía y los sucesos del 5 de junio y días posteriores en las Provincias de Bagua y Utcubamba, Perú”.

El Informe ha sido impacientemente esperado por todas las partes involucradas en el levantamiento indígena en la Amazonía y la Masacre de Bagua (desde el Gobierno al movimiento indígena), pero más allá de la importancia que tiene para la política y la justicia peruanas, el Informe del Relator Especial tiene enorme trascendencia para la lucha indígena en el Continente.

Por si alguien esperaba o dudaba de un posicionamiento del Relator Especial al respecto, efectivamente se ha posicionado. Ya no caben más manipulaciones. Por supuesto que la interpretación del Informe que presento es personal y, sin duda, parcial. No es mi intención poner en boca del Relator Especial nada que no haya dicho. Es mi interpretación.

El Informe consta de seis capítulos: Introducción, Antecedentes, Observaciones del Relator Especial sobre la información acerca de los sucesos en Bagua, Recomendaciones, Observaciones finales en vista de acontecimientos posteriores a su visita, y Observaciones finales.


La Introducción y los

Antecedentes son capítulos dedicados al objetivo del Informe y su contexto, y a la narración aséptica de los hechos ocurridos en Bagua, anteriores e inmediatamente posteriores al día 5 de junio. No obstante es destacable la constatación expresa de que Pizango, al día siguiente de la declaración pública en la que afirmó que los pueblos representados por AIDESEP entraban en un estado de insurgencia contra el Gobierno (16 de mayo de 2009), mediante un acta firmada ante la Defensoría del Pueblo “se comprometió a dejar sin efecto el derecho a la insurgencia y a mantener y desarrollar la protesta dentro del estado de derecho”, pese a lo cual, “la Procuraduría Especializada en Asuntos de Orden Público del Ministerio del Interior, presentó una denuncia penal contra el Sr. Pizango por delitos de obstrucción a medios de transporte, comunicación y otros servicios públicos (atentado contra la seguridad común y entorpecimiento al funcionamiento de los servicios públicos), y delitos contra la tranquilidad pública (asociación ilícita)”.


1. La violencia de la Masacre de Bagua y los/as desaparecidos/as

El día 5 de junio de 2009 en Bagua se produjo una masacre, capítulo más de un genocidio sistemático programado desde el despacho de Alan García, brazo político en el Perú de la oligarquía interesada en la Amazonía. (La mejor explicación de este genocidio indígena puede encontrarse en el blog de Bartolomé Clavero). Sin embargo, la batalla informativa en torno al número de víctimas se ha convertido en una lanza que esgrimen unos/as y otros/as para acusarse mutuamente de asesino/a o genocida. Muchos/as suponen que el número de muertos/as determina la culpabilidad. La verdad es que sorprende que el número de policías o militares muertos/as sea mayor que el de civiles. Habrá tiempo para analizarlo en detalle, pero no deja de ser un dato más de la magnitud de la Masacre y de su significado.

Aparte del número de muertos y heridos confirmados…" Así comienza sus observaciones el Relator Especial al respecto de la actuación de las fuerzas del orden participantes en el desalojo y la posterior persecución, después de traer a colación las ofrecidas por la Defensoría del Pueblo y que hablan de la muerte de 23 policías y 10 civiles, la desaparición de un policía, 200 heridos/as, y 84 imputados/as por delitos relacionados con las manifestaciones y los enfrentamientos violentos.

Y es que parece que el Relator Especial considerara especialmente importante ir más allá de las cifras de la Defensoría, y muestra su especial preocupación por la actuación de la policía y el ejército durante el desalojo y la persecución, y por la actuación general del Gobierno.

En este sentido, el Relator Especial primero expresa que en las entrevistas mantenidas con oficiales de policía protagonistas, todos/as ellos/as “negaron la posibilidad de que hubiera habido uso desproporcionado de la fuerza”, y que en su investigación sobre las desapariciones, “no encontró evidencia concreta ni escuchó testimonios específicos sobre muertos además de aquellos confirmados, comCursivao tampoco recibió evidencia concreta de la existencia de fosas comunes como se había difundido públicamente”.

Pero seguidamente, para valorar los hechos, pide expresamente tener en cuenta “relatos en los que se describía con detalle serios abusos cometidos por la policía, incluidos el uso excesivo de la fuerza y de armas de fuego”. Y lo que es más preocupante. Tras avisar de que “no es función del Relator Especial en estas observaciones catalogar los abusos que escuchó ni resolver las contradicciones al respecto”, muestra claramente sus dudas y su preocupación por la actuación de las fuerzas del orden participantes en el desalojo al escuchar “durante su visita versiones divergentes y hasta antagónicas”. La denuncia de divergencia en las declaraciones policiales y de miembros del Gobierno está presente en todo el informe, como seguidamente vemos.

Si bien es verdad que el Relator Especial informa de no encontrar evidencia concreta sobre la existencia de fosas comunes o desaparecidos/as, se esfuerza en destacar nuevas informaciones divergentes y la desaparición de un policía y un indígena: “el Relator Especial destaca que durante su visita escuchó de las autoridades gubernamentales pertinentes entrevistadas versiones divergentes y carentes de coherencia acerca de la responsabilidad por las operaciones policiales que se iniciaron en los alrededores de Bagua el 5 de junio”.

Pero es que, además, “el Relator Especial recuerda que el deber de investigar sobre presuntos desaparecidos corresponde al Estado y que las investigaciones deben ser realizadas de oficio”. Realmente es escalofriante.


2. Persecución de los/as dirigentes indígenas

Respecto a la persecución por el Gobierno de los/as dirigentes indígenas, el Relator Especial no podría ser más claro y contundente. Aquí no caben resquicios a duda alguna, a pesar de que el Relator Especial comienza otra vez informando que “según la información proporcionada por funcionarios estatales entrevistados, las condiciones de detención fueron permanentemente supervisadas por fiscales y defensores de oficio que habrían brindado asistencia legal a los detenidos, y que no constataron ningún tipo de irregularidades. No obstante…”.

No obstante: a) tuvo información adicional detallada y con ejemplos de un clima de persecución, “incluyendo allanamientos sin orden judicial” y denuncias y acusaciones contra dirigentes; b) recibió información divergente en cuanto a la respuesta del Gobierno, y pone de ejemplo la instalación del Ejército “El Milagro” como centro de detención (escalofriante, de nuevo), desmentido por el Gobierno; c) pone de manifiesto la orden de detención contra nuevos/as dirigentes indígenas, “cuya participación en el diálogo es indispensable”. “Estas órdenes claramente ponen en peligro el proceso de diálogo…”.

“El Relator reitera su recomendación de revisar las imputaciones penales contra personas y dirigentes indígenas, e insta al Estado a justificar cuidadosamente imputaciones futuras, en vista de las circunstancias especiales en las que surgen los delitos alegados y la necesidad de crear las condiciones adecuadas para el diálogo”.

Al respecto de la persecución de los/as dirigentes y de la criminalización de las protestas, “el Relator Especial quisiera enfatizar que si bien reconoce la necesidad de que se preserve el orden público y que se investigue y sancione a los responsables de delitos y/o violaciones de derechos humanos, el recurso o utilización de la vía penal no debería ser la vía ordinaria para abordar la conflictividad y protesta social, sino que debería ser el último recurso aplicable (ultima ratio) y debería estar estrictamente limitado al principio de necesidad social imperiosa en una sociedad democrática”.

De verdad que es escalofriante. Es verdad que es mi interpretación, pero cuando… “el Relator Especial exhorta a las diferentes instancias que administran justicia a que realicen su trabajo conforme a los estándares internacionales aplicables a la administración de justicia en un Estado de Derecho, especialmente las garantías de independencia, prontitud e imparcialidad”… Cuando… “el Relator Especial enfatiza la importancia que los acusados gocen efectivamente de todas las garantías del debido proceso, especialmente la garantía de una defensa legal adecuada y efectiva, así como que se aseguren condiciones adecuadas de detención”… Uff!


3. Comisión de Investigación

Otro aspecto fundamental sobre el que el Relator Especial llama la atención es la estrategia de investigación unidireccional y oscurantista que ha asumido el Gobierno con la única intención de criminalizar el movimiento indígena y ocultar no sólo los hechos, sino los motivos. “El Relator Especial observa con preocupación que, durante su visita, varios representantes del Gobierno, incluidos integrantes de la fiscalía y del Ministerio del Interior, indicaron que las investigaciones en curso se enfocaban principalmente, y hasta exclusivamente, en los posibles delitos de los manifestantes indígenas y no en posibles irregularidades de la policía y otros actores durante los sucesos del 5 de junio y días posteriores”. “Persisten desafíos a enfrentar en cuanto a la aclaración de las circunstancias que llevaron a los sucesos trágicos en Bagua del 5 de junio de 2009 y el encuentro de vías de solución pacífica a los problemas subyacentes”.

En este sentido, a partir de la doctrina del reconocimiento a las víctimas como paso previo a la reconciliación, el Relator Especial “afirma la necesidad de realizar un esclarecimiento e investigación completa y objetiva de los hechos, para que todas las partes, así como la población en general, tengan claridad sobre lo ocurrido y sobre la respuesta del Gobierno”. “el Relator Especial observa que sería muy difícil crear dicho clima de confianza sin que el Estado adopte previamente medidas conciliadoras para superar las tensiones existentes”.

Y, para rematar: “El Relator Especial estima que, entre las medidas a adoptar hacia la reconciliación deben figurar muestras claras de condolencias y simpatía hacia las familias de todas las víctimas, tanto por parte de los pueblos y organizaciones indígenas como por parte de las instituciones del Estado pertinentes”.

De acuerdo a las conclusiones del Relator Especial, es prioritaria la creación de una Comisión Independiente para una investigación exhaustiva, objetiva e imparcial de lo ocurrido.


4. Derecho de Consulta

Sobre la creación de la Grupo Nacional de Coordinación para el Desarrollo de los Pueblos Amazónicos y la propuesta de regularización del proceso de consulta presentado por la Defensoría, el Relator Especial considera:

- Que cualquier mesa de diálogo pasa por el cese de la persecución de los/as dirigentes de AIDESEP, cuya participación es imprescindible.

- Que no es posible la reconciliación sin reconocimiento de las víctimas y la muestra de condolencias.

- Que cualquier reglamentación del proceso de consulta debe ser consultado (ver blog, de nuevo, de Bartolomé Clavero)

- Que, de acuerdo al artículo 19 DDPI, la consulta a los pueblos indígenas debe ser hecha de buena fe, a través de las instituciones representativas de dichos pueblos, y con el objeto de obtener su consentimiento libre, previo, e informado.

Finalmente, el Relator Especial exhorta al Estado a “asumir la responsabilidad de desarrollar, con la participación de los pueblos interesados, una acción coordinada y sistemática con miras a proteger los derechos de esos pueblos y a garantizar el respeto de su integridad” (art. 2.1 Conv. 169 OIT)


5. El supremo derecho legítimo a la rebelión

En este punto me permito la exageración del título, pero que no creo que tampoco sea de mucho calibre. En todo caso, creo que la conclusión más importante del Informe del Relator Especial, en cuanto a la interpretación de la libre determinación, el reconocimiento de los derechos fundamentales de los pueblos indígenas y su desarrollo, y el proceso de consulta, es la siguiente.

Tras recordar la necesidad de respetar el derecho de consulta de los pueblos indígenas y de las condiciones en las que deben celebrarse tales procesos de consulta, y tras recomendar las revisiones de las imputaciones de los/as líderes indígenas, el cese de su persecución, y reconocer su papel fundamental en cualquier mesa de diálogo; tras recordar que sin reconocimiento no hay reconciliación, el Relator Especial concluye:

“Estas consideraciones podrían tener especial importancia en situaciones que involucran las protestas de los pueblos indígenas, debido a que los canales tradicionales de denuncia, a través de los procesos democráticos representativos, no siempre responden adecuadamente las preocupaciones de los pueblos indígenas y a su frecuente marginalización del ámbito político mayoritario y estatal.

El Relator Especial observa, en general, que la falta de un mecanismo para reivindicar los derechos legítimos de los pueblos indígenas a ser consultados o a proteger sus derechos de tierras y territorios, podría contribuir a que los pueblos indígenas se sientan sin opciones adecuadas para la defensa de sus derechos y, por ende, opten por la protesta social, que en algunos casos, podría resultar en la comisión de actos contrarios a la ley.

Asimismo, observa que uno de los efectos colaterales de la criminalización de la protesta, en casos no justificados, es la creación de una dinámica que podría generar una falta de confianza entre los pueblos indígenas y las autoridades estatales, con efectos negativos sobre la convivencia y legitimidad democrática
(la negrita es mía).
Pues esa es mi interpretación del Informe del Relator Especial de NU.

lunes, 20 de julio de 2009

El discurso racista de la pobreza


“La familia de Mari Luz no pide una oración por su alma, pide justicia”
, terminaba Carlos Giménez, el de Paracuellos, una tira en la que Mari Luz, de siete años, moría de pobreza.

Anhela un/a amigo/a a raíz de la última entrada del blog (el panfleto de la Alianza de Civilizaciones), una nueva era en que la justicia supla a la cooperación. No es momento ahora de plantear el papel de la cooperación en el desarrollo de los pueblos indígenas. Pero sí de plantear el discurso racista de la pobreza.

El discurso de la pobreza es uno de los principales obstáculos con el que se encuentran los pueblos indígenas en su libre proceso de determinación. Es decir, por supuesto que el racismo carpetovetónico de Alan es peligroso, pero lo es mucho más el que proviene de la Ilustración, el de las ideas de igualdad y de progreso. El que prohíbe el velo, digo.

Los tiempos de Mariluz (y de Carlos Giménez) eran los de la caridad, hoy son tiempos de cooperación. Y hoy los pueblos indígenas no piden programas de desarrollo, piden justicia, es decir: el desarrollo, en el marco del Derecho, de su libre determinación.


Como todavía no sé subir archivos, transcribo un texto de Pepe Álvarez (investigador del IIAP -Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana) publicado hoy en Servindi.

¿Realmente son pobres los indígenas amazónicos?

José Álvarez Alonso*


Aunque los indígenas sufren problemas crecientes de escasez de recursos debido a la degradación del hábitat, en justicia no se los puede catalogar de pobres, pues disfrutan de una relativamente buena calidad de vida.

A raíz de la protesta indígena y de los sangrientos sucesos de Bagua, todo el mundo habla hoy de los pueblos indígenas, de su desarrollo y de su vida. Quien más quien menos pontifica sobre lo que es o debe ser bueno para la Amazonía y para los indígenas, que algunos han calificado -de la forma más racista y etnocéntrica- poco menos que como salvajes desarrapados. Los más benevolentes los han calificado de pobres de misericordia, casi mendigos dignos de compasión. Ambas son visiones sesgadas e ideologizadas -y por tanto esencialmente falsas- de la realidad indígena.

En estas últimas semanas he tenido oportunidad de participar, como relator, en la mesa que justamente está trabajando el plan de desarrollo concertado para los pueblos indígenas amazónicos, en el marco del Grupo Nacional de diálogo instituido por el Gobierno y las organizaciones indígenas. Las largas horas de trabajo e interacción con dirigentes de todos los rincones de la Amazonía peruana, junto con los muchos años que llevo visitando comunidades amazónicas, me han permitido percibir, en cierto modo, lo que piensan algunos indígenas sobre su problemática, sobre sus aspiraciones de desarrollo, y sobre el reciente conflicto, que por cierto no es sólo con el Gobierno actual, sino con un modelo económico, un modo de vida y un progreso que no consideran suyos.

No cabe duda de que, de acuerdo con los estándares y criterios economicistas de las sociedades capitalistas, los pueblos indígenas están dentro de la categoría de pobres e incluso pobres extremos, porque sus ingresos no suelen superar el dólar diario per cápita. Sin embargo, esta categorización sólo tiene en cuenta ingresos económicos y el acceso a servicios considerados básicos por la civilización occidental (como agua potable, luz eléctrica, salud, educación escolarizada).

Es necesario, no obstante, ver su realidad desde otra perspectiva. En el entorno en el que vivieron por milenios, los indígenas tenían todas las necesidades básicas satisfechas (y la luz eléctrica no era necesaria porque aprovechaban eficientemente las horas de luz): agua limpia a discreción, salud y educación indígenas, adecuadas a su realidad, alimentos y otros recursos básicos en abundancia, un entorno natural y social acogedor e inclusivo y, sobre todo, libertad, ese privilegio del que carecen hasta los que se consideran más ricos y afortunados en las sociedades occidentales.

Todo esto es mucho decir, si lo comparamos con el nivel de acceso a bienes y servicios de un típico “pobre” de un barrio urbano, y sobre todo si lo comparamos con la realidad del entorno social y ambiental de los indígenas. Aunque las sociedades amazónicas están cambiando radicalmente en las últimas décadas, con la paulatina integración a la economía de mercado y a la sociedad nacional, el crecimiento de la población y la presión creciente sobre sus recursos naturales, se puede decir que es totalmente injusto calificar a los indígenas como pobres; tan injusto como lo es calificarlos de ignorantes, porque en conocimientos sobre su entorno y habilidades para manejarlo son auténticos sabios.

“Calidad de vida” versus “nivel de vida”


Si se valorase a las sociedades indígenas no en términos de “nivel de vida” (valorado por el acceso a los bienes y servicios occidentales) sino en términos de “calidad de vida”, es decir, de acuerdo con estándares de lo que las sociedades indígenas consideran como satisfactorio para ellos, en concordancia con las necesidades y aspiraciones que ellos mismos juzgan como prioritarias, seguramente tendríamos que reconocer que, en realidad, son bastante ricos, al menos en comparación con algunos sectores urbanos o urbano marginales.

Viene a cuento de esto la experiencia de Andrés Nuningo indígena Wampis que llegó a ser Presidente del Consejo Aguaruna y Huambisa y, luego, Alcalde del Municipio de Río Santiago, en la Región Amazonas. En uno de sus viajes a Lima fotografió a algunas personas obligadas por la miseria a buscar comida en los basurales. Con estas fotos advirtió a sus paisanos: “Miren el desarrollo. Este era antes un comunero”.

Nuningo describe una interesante visión del desarrollo desde la perspectiva indígena, a raíz de ciertos cambios que sufrió su comunidad:
“En mi tierra yo me levantaba tranquilo por la mañana. No tenía que preocuparme de ropa porque mi casa estaba aislada, rodeada de mis chacras y del monte. Con toda paz me quedaba mirando la naturaleza inmensa del río Santiago, mientras mi señora preparaba el fuego. Me refrescaba en el río y salía con la canoa a dar una vuelta para traer algunos cunchis o tarrafear unas mojarras, todavía con las primeras luces. Sin preocuparme de la hora, regresaba. Mi señora me recibía contenta; preparaba los pescados y me daba mi cuñushca, mientras me calentaba junto al fuego. Conversábamos mi señora, mis hijos y yo hasta que la conversación se acababa. Después ella se iba a la chacra y yo, con mi hijo varón, al monte.
Andando por el monte enseñaba a mi hijo cómo es la naturaleza, nuestra historia, todo según mi gusto y las enseñanzas de nuestros antepasados. Cazábamos y regresábamos contentos con la carne del monte. Mi señora me recibía feliz, recién bañada y peinada, con su tarache nuevo. Comíamos hasta quedar satisfechos. Si quería descansaba, si no visitaba a los vecinos y hacía mis artesanías; luego llegaban mis parientes y tomábamos masato, contábamos anécdotas y, si la cosa se ponía bien, terminábamos bailando toda la noche.

Ahora, con el desarrollo, la cosa cambia. Hay horas por la mañana para el trabajo. Trabajamos los cultivos de arroz hasta tarde y volvemos a la casa sin nada. La señora, tremenda cara larga; con las justas me pone un plato de yuca con sal. Casi no hablamos. Mi hijo va a la escuela a que le enseñen cosas de Lima. Luego de cosechar, son mil peleas para cobrar una miseria. Todo va para el camionero y para los comerciantes.

Apenas llevo a mi casa unas latitas de atún, unos fideos y, lo peor, es que con esta clase de agricultura se nos va terminando el terreno comunal y pronto no quedará nada. Ya veo a todos mis paisanos rebuscando en los basurales de Lima”.


A algunos les sonará conocido ese modelo de desarrollo de monocultivos y demás negocios que ciertos desarrollistas quieren impulsar en la selva para llevar el progreso a los atrasados indígenas… Con el agravante de que su modelo incluye a los grandes inversionistas, para los que un día terminarían por trabajar como peones los hoy autónomos indígenas. Ese “desarrollo” es, precisamente, el que combatieron los indígenas en sus sonadas protestas de los meses pasados.

Cuestión de perspectiva.


Sé que algunos sacarán la cantaleta de que “si tan bien crees que viven, por qué no vas a vivir con ellos”. Bueno, la verdad es que he vivido cinco años entre indígenas, en los ríos Tigre y Corrientes, cerca de la frontera con Ecuador, y en las dos últimas décadas he tenido la oportunidad de convivir por periodos cortos, y visitar, a cientos de comunidades amazónicas, indígenas y ribereñas. Sin embargo, reconozco que no me he acostumbrado a la vida en la selva, porque siendo un hijo de la sociedad occidental, no puedo dejar de echar de menos ciertas comodidades a las que uno se acostumbra, de niño o de viejo: luz eléctrica, agua corriente, refrigeradora, internet, ciertos antojos alimenticios… Del mismo modo que mis amigos indígenas echan de menos su masato, su inguiri y su pango cuando vienen a Lima, y por supuesto, el verdor y la paz de la selva (me lo han dicho varios de ellos).

Lo que para un citadino parecería insoportable o súper incómodo, no lo es para quienes viven acostumbrados a ello: tener que bañarse o lavar la ropa en el río todos los días, cargar el agua de la quebrada para cocinar, despertarse con el alba para aprovechar la luz del día, hacer las “necesidades” en el monte, o andar matando zancudos o tábanos a cada rato, puede parecer penoso para un citadino, pero en absoluto lo es para quienes viven así desde tiempos inmemoriales. Más bien, para un indígena resultaría insoportable tener que pasar todos los días dos o tres horas en un micro o en un carro, escuchando bulla, oliendo el humor de gentes extrañas, y respirando aire contaminado; o trabajar ocho horas seguidas con un jefe gritón en un trabajo monótono y alienante…

Para algunos puede resultar casi incomprensible que haya gente que prefiera vivir en la selva así. Por supuesto que los indígenas aspiran a tener ciertas comodidades y adelantos del desarrollo (como luz eléctrica y televisión, agua potable), pero pienso que no lo quieren a toda costa, ni quieren el falso desarrollo del consumismo barato, el de la sociedad neoliberal; la mayoría ama su libertad, su modo de vida, acorde con su cosmovisión, como suelen decir ahora, y no estarían dispuestos renunciar a ello por tener lo que otros consideran comodidades básicas, que para ellos no lo son tanto.

En un reciente artículo en El Comercio, el escribidor-analista Vargas Llosa parece tener esa visión del citadino para el que es incomprensible que alguien prefiera seguir comiendo pescado asado o pucacunga en su chacra sin luz, en vez de pollo de granja y grated de sardinas en una ciudad, o en un barrio de peones al lado de una mina o una plantación. No me cabe ninguna duda de que muchas de esos indígenas que algunos quizás compadecen por estar vestidos en ropas occidentales ajadas viven una vida familiar y personal más plena y equilibrada, y son más felices en definitiva, que muchos de los que se creen superiores desde sus míseras vidas pequeño burguesas, muchas veces envueltos en la tremenda soledad y miseria espiritual a las que conduce el individualismo competitivo de la sociedad occidental, donde el otro ya no es un “hermano”, sino un enemigo: homo hominis lupus.

¿Murió o fue herido algún pariente tuyo en Bagua? Le pregunté a Never, un amigo Awajún pocos días después del enfrentamiento con la policía. “Sí. En nuestro pueblo todos somos parientes, hermanos”, me contestó con cara de dolor. Ese sentido de hermandad, de pertenencia a un grupo que lo acoge, que lo aprecia tal como es, es parte esencial de la vida del ser humano, y es una de las mayores carencias de las urbes deshumanizadas de los tiempos modernos.

La baja ocurrencia entre los indígenas de dolencias modernas como el estrés, la depresión y la angustia -tan comunes en sociedades desarrolladas- son indicadores de lo que estamos diciendo.

Como decía un dirigente en una de las reuniones del Grupo Nacional para los Pueblos Indígenas, el que no coman tallarín o beban coca cola no quiere decir que vivan en la miseria. En términos realmente humanos, de satisfacción de las necesidades no sólo materiales sino espirituales, sociales y emocionales, pienso que los pueblos indígenas amazónicos están, en general, mejor que muchas de las personas que viven aquejadas de lacras familiares y sociales típicas de la marginación, el desarraigo y la tugurización de la periferia de las ciudades.

Si los pueblos indígenas llegan a superar sus problemas de desnutrición (debida en buena medida a la sobre explotación de los recursos faunísticos y pesqueros) y de falta de ingresos económicos para adquirir algunos bienes occidentales, y logran manejar y dar valor agregado a los recursos que todavía abundan en sus territorios, no dudo que podrán llegar a lograr un desarrollo humano más integral, armónico y sostenible -ambiental, social y económicamente-, ése que sigue siendo tan elusivo para las sociedades citadinas. Por el momento, son depositarios y guardianes de buena parte del riquísimo tesoro de la selva amazónica, y si el Mundo fuese un lugar más justo y decente, les pagaría generosamente por los servicios ambientales que prestan los bosques que ellos manejan desde hace milenios, los que también guardan tesoros genéticos invalorables para la humanidad.

Ricos sin riqueza


El investigador inglés Alfred R. Wallace, famoso por ser codescubridor con Darwin de la teoría de la evolución, visitó a mediados del siglo XIX la Amazonía brasileña. En una de sus obras comparó a los indígenas Maniva, de la zona del Alto Orinoco, viviendo todavía en armonía con su ambiente, antes de la llegada de las terribles olas extractivistas y la corrupción traída por los emigrantes europeos, con la sociedad inglesa en plena época victoriana, llena de prejuicios y rígidas normas de convivencia.

“Hay un pueblo indio. Aquí habité por un tiempo, el único hombre blanco entre quizás doscientas almas vivientes. Llevan una vida pacífica y alegre. Estos hombres semisalvajes, hermosos, de roja piel y negros cabellos, dirigidos por los hijos de Castilla la Vieja (se refiere a los misioneros españoles) mantienen limpio el pueblo y sus casas”.

“¡Qué placer contemplar a esos muchachos desnudos! Los bien formados miembros, la piel rojiza, lisa y brillante. Todos los movimientos llenos de salud y gracia. Y cuando les veo correr, gritar y saltar o nadar y buscar bajo la rápida corriente. O todos con la cabeza descubierta bajo el sol de medio día, reptar acechando, con cerbatana o arco, para cazar aves pequeñas o rápidos y escurridizos peces.
Siento pena de los muchachos ingleses; sus activos miembros constreñidos y estorbados por ropas apretadas, los dedos de los pies distorsionados por el zapatero, las frentes doloridas por pesados sombreros, el cuerpo completo debilitado por el lujo. ¡Pero cuánta pena más me dan las jóvenes doncellas inglesas, la cintura y el pecho confinados por el vil instrumento llamado corsé!”

… Y así pasan sus vidas sencillas estas gentes. Son una raza pacífica, pocos delitos graves. Se conocen entre ellos, no roban ni asesinan, y todas las complicadas villanías del hombre llamado civilizado son desconocidas aquí.(…) Es cierto que las miserias, las penas y las necesidades, la pobreza, los crímenes, los corazones rotos, la intensa agonía mental que conduce a algunos hombres a la autodestrucción, a algunos a exterminar su vida en una celda del manicomio. Las mil maldiciones que el oro trae sobre nosotros, la larga lucha a muerte por los medios de vida… Todo eso el salvaje ni lo conoce ni lo sufre.(…) ¿Pues no hay encerrados, en nuestras densas ciudades, y esparcidos por nuestros fértiles campos, millones de hombres que llevan una vida inferior, inferior en la salud física y moral, a la de los indios rojizos de esta selva sin caminos? Una vida inferior, buscando ansiosos el oro, cuyos pensamientos, de la mañana a la noche y de la noche a la mañana, son los de cómo conseguir más oro. ¿Qué saben tales hombres de gozos intelectuales? Sólo tienen una alegría: la de conseguir más oro
.

Y finaliza el sabio Wallace: “Antes de vivir como uno de ellos, prefiero ser aquí un indio, y vivir contento, pescando, cazando y remando en la canoa. Ver crecer a mis hijos, como jóvenes cervatillos, con salud en el cuerpo y paz en la mente. ¡Rico sin riqueza y feliz sin oro!“.

* José Álvarez Alonso, es Master en Ciencias, Biólogo de profesión, e Investigador del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP).

viernes, 17 de julio de 2009

Ya hay Alianza de Civilizaciones

Ya hay Alianza de Civilizaciones: el Convenio 169 OIT y la Declaración de Derechos de los Pueblos Indígenas

Tiene razón Bastenier, jefe de internacional de “El País” (sí, estoy obsesionado), al preocuparse por la fortaleza que el movimiento indígena está tomando en América Latina y el Caribe, y por la consolidación de los gobiernos de izquierda en la Región. Tiene razón cuando insta al Gobierno español de Zapatero a impulsar la Alianza de Civilizaciones en el continente americano. Bastenier se preocupa por el significado de las palabras de Evo en la IV Cumbre Continental de los Pueblos y Nacionalidades del Abya Yala (a la que por cierto, no acudió personalmente, sino por carta. Y a la que sí asistió Pizango, en la que fue su última aparición pública en el Perú democrático que pone como ejemplo). Como bien interpreta Bastenier, no se trata de borrar el pasado hispánico del continente, se trata de borrar el presente capitalista. Eso es lo que realmente le preocupa. Y tiene razón.

Hasta hace bien poco, el movimiento indígena gozaba de enorme simpatía entre la izquierda europea, incluso en ciertos sectores de la derecha liberal. Al fin y al cabo, la lucha indígena estaba centrada en el reconocimiento de los derechos fundamentales de los pueblos indígenas y eso, ¿quién no lo va a apoyar?
Pero resulta que esos derechos fundamentales han sido reconocidos. Pocos estados democráticos decentes (como les gusta llamarse) han podido oponerse, no hubiera estado bien visto. Total, a quién le importan luego los convenios o las declaraciones. Ahí lleva ya sesenta años la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Así que por qué no, ratificamos el Convenio 169 OIT y apoyamos la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas. Para eso somos de izquierdas.
Y entonces, ¿qué ha cambiado para que el movimiento indígena se convierta en el enemigo de la izquierda progresista de la noche a la mañana? Pues que una vez reconocidos esos derechos, el movimiento indígena pide su respeto y desarrollo.
Resulta que, por un lado, se les ha reconocido el derecho a los territorios que tradicionalmente han ocupado y la soberanía para decidir el uso de los recursos de esos territorios. Y, por otro, que han decidido ejercer ese derechos. Nada fuera de lo normal, digo yo.
Resulta que, por un lado, esos territorios son ricos en muchos recursos necesarios para el engranaje capitalista (oro, petróleo, gas, madera, coca); y, por otro, que no lo son tanto para las economías indígenas, sino todo lo contrario, así que han decidido no venderlos. Y eso es muy preocupante.
Las palabras de Evo que inquietan a Bastenier, según él mismo dice, son estas: "Nos dijeron que hubo un descubrimiento cuando hubo una invasión, que hubo una conquista cuando hubo genocidio. Y ahora nos dicen que quieren integración e insertarnos en la economía mundial cuando lo que quieren es saquear nuestras riquezas, privilegiando las ganancias en desmedro de la solidaridad”.

Sin tapujos lo dice claramente, a Bastenier le preocupa que se han dado cuenta. Por eso la necesidad de diálogo (cuando escucho diálogo, me echo a temblar). Por eso la Alianza de Civilizaciones.
Ya no hay nada que dialogar. Ya se ha dialogado durante más de cuarenta años, y ya se ha llegado a un consenso internacional: el Convenio 169 OIT y la DDPI. ¿Se puede llegar a máximas cotas de entendimiento? Por los derechos humanos se luchó durante siglos. Declarados Universalmente los Derechos Humanos, ¿nos sentamos a dialogar para cambiarlos? En todo caso para exigirlos y desarrollarlos.
Que no. Que la Alianza de Civilizaciones que propugna Bastenier ya fue y ha tenido sus resultados. Que el movimiento indígena se ha esforzado mucho en alcanzar los grandes acuerdos, en lograr la alianza de civilizaciones que significan el Convenio 169 y la DDPI. Bastenier no lo ignora. Bastenier lo esconde.
A ver si se enteran: que la selva no se vende.